martes, 8 de diciembre de 2015

El juego trivial

La televisión está alterando el significado de estar informado creando especies de información que podrían ser denominadas apropiadamente como desinformación. Desinformación no significa información falsa. Significa información engañosa ( desubicada, irrelevante, fragmentada o superficial), información que crea la ilusión de saber algo, pero que en realidad le aleja a uno del conocimiento” 
Dicen que ha sido el programa de televisión mas visto del año. Se habla de familias enteras posicionadas ante la televisión, de pandillas  pertrechadas de grandes bolsas de palomitas, cajas de cervezas y bocadillos variados. Se programó en medio de un puente y pulverizó todas  las audiencias. No es un clásico ni la final de la Champions , sino un simple debate electoral elevado a la categoría de nuevo genero televisivo en si mismo. 
Agotado el interés por las miserias emocionales de lo que se vino en llamar telebasura, los "creativos" de las empresas de marketing y los grandes grupos de comunicación encontraron una nueva gallina de los huevos de oro. Lo explicaba muy bien Iñaki López, conductor  de uno de esos programas ( La Sexta noche) cuando relataba hace poco su sorpresa cuando le pidieron hace años presentar una tertulia política en prime time para la noche del sábado de 4 horas de duración.
La idea cuajó. Hace poco mas de una semana , el grupo PRISA anunciaba la llegada inminente del evento del año, un nuevo formato de debate electoral en que se nos iba dando cuenta durante los días previos de todo lujo de detalles, incluida la posición de los figurantes en el escenario. Una vez celebrado, los que apenas se hicieron eco del “debate del año” pasaron a anunciar en todos sus medios ( Atresmedia)  la inminente llegada del nuevo fenómeno, “7D, el debatedecisivo”.
La estética, propia de un acontecimiento circense de impacto mundial: se retransmite las impresiones previas ( y posteriores) de un copioso grupo de charlatanes a sueldo que llevan diciendo lo mismo para las cadenas del grupo (una supuestamente conservadora y otra progresista para pescar en todos los caladeros). Cámaras estratégicamente situadas en suntuosas limousinas reflejan al minuto lo que ocurre durante eltraslado al escenario de los nuevos gladiadores ( se atusan,sonríen). Tipos desconocidos, con aspecto de tiburones,  preocupados en aparecer impecablemente trajeados ,fuerzan amablemente a los contendientes a fotografiarse ante el photocall de la empresa, a lo que se aprestan gustosos el progresista y el conservador, el revolucionario y el liberal. Periodistas encantados de haberse conocido, expertos en el arte de manejar cuchillos romos, describen lo que van a hacer, lo hacen y cuentan a continuación como lo han hecho, para asombro del respetable que engulle palomitas desaforadamente.
Ya en el aire, los gladiadores son educadamente agresivos, fruncen el ceño de la sonrisa , parecen atender al adversario, pero se traicionan mirando por el rabillo del ojo a la cámara que tienen a mano. Les falta saludar en el descanso a los colegas de su pueblo.
En un debate de candidatos a presidente del gobierno , un dios menor decidió quien juega y quien no ,en esta versión española de los Juegos del hambre. Para que el espectáculo tuviera éxito aceptó "pulpo como animal de compañía", en la figura de una señora redicha, sustituta de su jefe, demasiado viejo, perezoso o asustado como para jugar el papel que representa. Lo peor no es que el amo no asista , sino que los demás lo acepten. Por la audiencia todo vale.
El espectáculo requiere sus tiempos y sus temas. El campo y sus habitantes, la cultura , la ciencia o la sanidad no dan bien en pantalla. Resultan arcaicos , aburridos o demasiado complejos. En la legislatura en tuvo a punto de desaparecer el sistema nacional de salud (paciente que continua gravemente enfermo a la espera de que cirujanos de hierro le asesten la puñalada final), ninguno de los candidatos considero oportuno llevar el supuesto debate por esos derroteros . La cuota de pantalla manda, y aunque parezcan muy diferentes , todos han aprendido que uno se muerde la mano que nos da de comer.
El sociólogo americano Neil Postman confrontaba la versión amenazante respecto al futuro del 1984 de Orwell, frente al Mundo feliz de Huxley. Mientras el primero identifica la amenaza como externa (un Gran Hermano que nos vigila), el segundo la consideraba innecesaria, basta con que la gente ame su propia opresión, adorando las tecnologías que anulan su capacidad para pensar: “mientras Orwell temía que se prohibieran los libros, lo que Huxley temía es que no hubiera razón para prohibirlos porque a nadie le interesaría leerlos. Orwell temía una cultura cautiva. Huxley una cultura trivial."

En Brave New World revisited, Huxley señalaba que los que se oponen a las tiranías fracasan al no tener en cuenta el infinito apetito por las distracciones que esconde el ser humano. El libro de Postman Divirtiéndonos hasta la muerte (el discurso público en la época del show Business)” trata de la posibilidad de que Huxley, y no Orwell, estuviera en lo cierto. Lo escribió en 1986. El tiempo le dio la razón

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