lunes, 24 de noviembre de 2014

Educando mercenarios

"Hay dos clases de innovación: una horizontal que consiste en cambiar de respuesta (evolución) y otra vertical que consiste en cambiar de pregunta (revolución)."
Jorge Wagensberg

Sofía Cuba, la ex presidenta de la Sociedad Peruana de Medicina de Familia, una persona clave para entender los avances que ha experimentado dicha especialidad en aquel país, me envía un artículo de Leon Trahtemberg en Correo, con el título de “Educamos mercenarios”. Hace referencia a la expresión de Koldo Saratxaga, "estamos haciendo jóvenes mercenarios porque los educamos en que todo es a cambio de algo"
Como éste señala,  el modelo dominante de relaciones humanas se basa en la competencia y el poder. Se establecen jerarquías verticales ( el poder omnímodo del cátedro y sus secuaces) y horizontales ( listos, sobre tontos, brillantes sobre torpes). El miedo ( a cuestionar la autoridad, a ser identificado como diferente, raro, distinto) actúa de perfecta argamasa para integrarlo todo.
Ese modelo educativo, que se inicia en la educación primaria y atraviesa todo el ciclo educativo, no presenta solución de continuidad durante la formación universitaria, dejando a los futuros mercenarios perfectamente adiestrados para formar parte de alguna de las empresas modernas ( administración incluida), si es que tienen la suerte de poder acceder a ellas. Porque no hay que olvidar que 6 de cada 10 jóvenes en España planea emigrar para encontrar empleo, y que dan por (casi) hecho que éste no tendrá mucho que ver con aquello para lo que ha estudiado, según el estudio dado a conocer hoy por el Instituto para la Sociedad y la Comunicación de Vodafone y que se ha realizado en diferentes países europeos. Los jóvenes españoles son, justificadamente, los más pesimistas: están convencidos en su mayor parte de que vivirán peor que sus padres.
Pero lo que llevan bien programado es ese espíritu de competencia, de docilidad y sumisión al poder que llevan mamando desde que entraron en la cadena de producción educativa, con sus sistemas de calificación, sus trampas al PISA y sus modelos de acceso a la selectividad que introduce hasta el hueso desde ese momento la necesidad de pisar el cuello al de al lado. No exagero. Cuando mi hija estudiaba segundo de bachillerato había compañeras de su clase que entregaban a los profesores chuletas encontradas en un pasillo con la intención de que se iniciaran las pesquisas para descubrir al copión ( o copiona). En la Facultad no cuestionarán que el modelo de educación siga siendo propio del siglo XIX , con grandes aulas atestadas ( si es que se pasa lista) donde el insigne profesor dicta la conferencia magistral que lleva impartiendo igual desde hace veinte años. Cuando realice algún máster , éste se vestirá con los ropajes modernos de “Bolonia”, ofertando sus programas en vistosos créditos europeos, pero seguirá empleando los viejos modelos de clase vetusta con 40 horas de pupitre a la semana , pero cargando además a los alumnos de múltiples trabajos, ensayos y trabajos de grupo para dar la impresión de que están a la última.
Los escasos afortunados en el sorteo de la lotería de acceso a un puesto de trabajo, precario y vejatorio, no tendrán ganas ni cerebro para levantar la voz. El sistema habrá cumplido (esta vez sí) con eficacia su trabajo de generar sumisos servidores. Buenos mercenarios.
En el post anterior comentábamos que , en mi opinión, una de las claves del éxito del sistema MIR había estado precisamente en sacarlo de las garras de la universidad. Juan Gervas me comentaba a raíz de eso que si la medicina de familia en España ha avanzado ha sido por estar fuera de la universidad. Tiene razón. El hecho de que en los países avanzados existan departamentos de medicina de familia en todas las universidades, no nos debe hacer olvidar que la universidad española no se parece en nada a la de esos países ( basta mirar el lugar que ocupan en cualquier ranking que se consulte). Miedo da pensar que hubiera sido de la especialidad si hubiera estado bajo el control de cátedras y catedráticos, de esos que siguen cerrando la puerta a que existan verdaderos departamentos de medicina de familia, engatusando con cátedras mercenarias y asignaturas optativas.
Es imprescindible contar con departamentos potentes de medicina familiar. Pero no en universidades como las actuales, que deforman más que forman. De poco servirá evolucionar en este caso, cada año un pequeño paso para que dentro de tres generaciones, allá por el 2100 tal vez haya una cátedra en alguna universidad. La innovación que necesitamos es vertical: cambiar de pregunta . No cómo conseguir departamentos universitarios de medicina de familia igual que los de medicina preventiva ( ¡que espanto¡). Más bien cómo conseguir buenas estructuras de medicina de familia capaces de transmitir a los estudiantes de medicina lo importante que es esa especialidad. En definitiva, lo que necesitamos es una revolución.

(Imagen: Instituto para la Sociedad y la Comunicación de Vodafone)

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho la idea que representa lo de "estamos haciendo jóvenes mercenarios porque los educamos en que todo es a cambio de algo" y estoy de acuerdo en que necesitamos una revolución en lo que se refiere a entender la Medicina de Familia como fundamental en cualquier sistema sanitario, es más, no entiendo por qué no es una especialidad de 5 años (imagínate lo que me puede parecer que hace unos años fuera de 3), también coincido con tu descripción de la universidad española, aunque la mía creo que era bastante más abierta de lo habitual y digo creo porque no he estado en otras, yo fui a la Miguel Hernández, además contábamos con un médico de familia estupendo que nos daba clases de geriatría y metodología científica, Vicente Gil y recuerdo que hice prácticas en un ambulatorio con una médico de familia.
    Pero por otro lado, en lo de que el sistema MIR es muy bueno no coincido tanto (ojo, que tampoco digo que sea malo, sólo quiero criticar un par de cosas) primero creo que hacer un cuestionario test de 225 preguntas no es forma de valorar a los médicos, seamos honestos, ¿De verdad vamos a seguir haciendo como que nos creemos que alguien con un 300 se merece más que alguien con un 5000 un plaza para realizar actividades tan poco relacionadas con lo que se valora en este examen como operar, o mostrar una actitud empática con los pacientes? y segundo porque creo que se explota a los residentes en muchos lugares de nuestra variada geografía, no dejándoles librar las guardias, ofreciendo una docencia deficiente y encima temblando por si la cagas, claro. Algunas veces el adjunto de turno tiene una actitud muy como de "catedrático" a pesar de no tener quizá ni el doctorado y parece que le debes rendir pleitesía a alguien que te tiene básicamente como ayudante o escriba (sin la más mínima intención de apoyarte emocionalmente o de enseñarte nada solvo cosas que ya están en los libros), aunque bueno, supongo que esto son solo pocos casos (pero amargan bastante). Por otra parte, el colectivo médico es uno de los más "calzonazos" del sistema, no somos de quejarnos, sólo de tragar, pero esto ya como residento o como adjunto, vamos, que parece que lo de ser sumiso con el sistema viene de regalo con el título (a excepción de las quejas que se llevaron a cabo con lo de la privatización, menos mal), honestamente, no conozco un colectivo más explotado y que se queje menos en este país.

    Y perdona por el rollazo, un saludo!!

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  2. De acuerdo con Susana en que un cuestionario test, por largo que sea, no es el mejor medio de valorar el acceso al MIR (por cierto, sistema de formación para médicos que hoy no son ni “internos” ni “residentes”), ni para valorar la idoneidad de nadie en cualquier ámbito profesional. Pero tener el doctorado (para el que muchos encuentran trabas en Hispania) tampoco garantiza la capacitación docente. Sabemos de los riesgos de la meritocracia…
    http://gerentedemediado.blogspot.com.es/2014/01/los-riesgos-de-la-meritocracia.html
    Por otro lado, aparte de una revolución (mental frente a la sumisión), quizás necesitemos una desfuncionarización que nos libere de corsés formativos y profesionales.

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