jueves, 28 de junio de 2012

Agujeros negros

"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí"
 Augusto Monterroso

Tengo el privilegio de estar en Panamá participando en un taller de formación destinado a capacitar a representantes de los países americanos de la Organización Panamericana de la Salud en la aplicación en su respectivos países del PCAT ( Primary Care Assessment Tools), impartido por James Macinko, el profesor de New York University que diseñó el instrumento junto a Barbara Starfield y Leiyu Shi en Johns Hopkins University. El PCAT es un instrumento que pretende analizar el nivel de logro de los atributos esenciales de la Atención Primaria ( accesibilidad, coordinación, longitudinalidad, integralidad de servicios, atención a la familia y a la comunidad) que en los años 90 definiera Barbara Starfield. Es un instrumento de exploración de la opinión sobre el funcionamiento de la atención primaria en un sistema sanitario; en ningún caso una medición exacta de su funcionamiento ( lo que por otra parte sería imposible) . Pero sí que permite disponer de una visión global a través de la valoración ( subjetiva, claro) de los diferentes protagonistas (existen cuatro versiones del cuestionario en función del foco de análisis: sistema sanitario, centros, proveedores y usuarios). 
Durante la última década nos hemos llenado la boca todos respecto a las excelencias de la atención primaria española, en competición por el absurdo título de ser la mejor del mundo en este terreno, ya que también lo somos en fútbol. Esa tendencia a "sacarnos en procesión" a nosotros mismos ha sido especialmente sonrojante en el caso de los responsables políticos de turno, que mientras hablan de la excelencia de la primaria, la ningunean permanentemente en sus prioridades y financiamiento. Para comprobarlo no hay más que ver el grado de cumplimiento de las (en su día) celebradas estrategias de AP XXI, seis años después de su publicación. 
Pero mi comentario no iba por esos derroteros, que son suficientemente obvios, sino más bien por el endémico agujero negro informativo que existe en este puntero país europeo. Cuando se revisan los cuestionarios del PCAT hay determinada información que resulta indispensable para poder tener una idea elemental de la situación de la atención primaria. Por ejemplo, algo tan simple como el porcentaje del presupuesto que destina a ella cada comunidad autónoma, además de su tendencia en el tiempo. Es difícil de explicar a alguien como James Macinko, que la mejor explotación de la información sobre distribución de presupuestos en atención primaria la realiza Juan Simó, un comprometido médico de familia desde su casa en Navarra ( no se pierdan su blog). 
Tampoco es posible saber, a nivel de estado y comparativamente por cada comunidad autónoma, datos tan básicos como el número de médicos que trabajan realmente en el primer nivel de atención ( no estoy hablando del número total de médicos del sistema sanitario), los ratios de pacientes por médico, o cuantos de ellos son especialistas en medicina de familia. Ni presenta nuestro Ministerio datos que entiendo complejos, como que porcentaje de la población española tiene cobertura sanitaria privada, o doble cobertura, y que nivel de heterogeneidad existe respecto a ello en las distintas comunidades autónomas; o excentricidades como el porcentaje de estudiantes de medicina o enfermería que rotan por centros de atención primaria en su formación, o cuales son las variedades de pago a los profesionales de atención primaria en cada comunidad (salario, capitación, incentivos, pago por desempeño).
Un usuario murciano ( por poner un ejemplo) que tuviera que mudarse a Aragón ( por poner otro ejemplo) no podría conocer de antemano si el centro de atención primaria más cercano abre los fines de semana, o cual es su horario de apertura, o que cartera de servicios tiene ( ¿quita un absceso, coloca un DIU, tiene grupos de pacientes diabéticos?).
Descartada ya la posibilidad de que supiéramos algún día cuanto dinero se gastó este país en historias electrónicas, al menos sería un consuelo conocer como se llama cada una ( nada fácil dada la imaginativa poesía con que se denominaron algunas), que grado de implantación tienen en sus territorios, o si permiten algún tipo de abordaje familiar (aunque se queden estupefactos los estudiantes de medicina de hoy en día, hubo un tiempo en que existían historias familiares que albergaban las individuales, pero ya se sabe que las familias , como los dinosaurios, desparecieron hace milenios). 
Pasan los años, se suceden los ministros, los triunfos futbolísticos y los fracasos económicos, y la capacidad de rendir cuentas de los políticos sanitarios permanece inalterable.Es posible que, al igual que en el cuento de Monterroso, si despertáramos dentro de cien años, el agujero negro de la información sanitaria española seguiría estando allí.

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