domingo, 21 de junio de 2009

Acreditación y autobuses urbanos

Los autobuses de Granada muestran en su parte posterior el certificado de AENOR, inequívoca señal de su compromiso por la calidad. Imagino el gran volumen de trabajo que habrá significado para sus responsables y trabajadores cumplir los trámites que les hacen acreedores de tal distinción ( sistematizar procedimientos, cumplimentar cuestionarios, demostrar las evidencias escritas de cualquier materia, por nimia que sea). No dudo de la consiguiente mejora de la calidad que habrán obtenido...pero como simple observador, y a menudo usuario de sus servicios, compruebo que los autobuses siguen haciendo prácticamente el mismo ruido, suben a duras penas las cuestas de la universidad, y sus conductores siguen siendo igual de amables. ¿Justifica tanto trabajo el resultado que obtenemos con los procesos de acreditación? ¿Deberíamos,tal vez, parar y analizar los resultados obtenidos por ello? En los sistemas sanitarios, hoy en día es excepcional la organización ( sea en atención primaria, en un hospital o en un centro sociosanitario) que no se encuentre inmerso en un proceso de acreditación.pero seguimos sabiendo poco de la efectividad de la acreditación para mejorar la calidad de los servicios.Tradicionalmente los procesos de acreditación venían en cierta forma definidos por determinadas características que constituían su esencia: entre ellas estaban su carácter voluntario, así como el hecho de que el proceso evaluador era realizado por agencias o instituciones independientes de las instituciones evaluadas. Poco a poco se han ido desdibujando estas características: aunque persisten en modelos como Joint Commission o el de certificación ISO, la proliferación en cualquier ámbito de entidades que forman parte de la misma empresa de la que dependen los centros acreditados ha modificado progresivamente este enfoque. Cada vez más la acreditación es menos voluntaria y más obligatoria , y cada vez menos realizada por instancias independientes. Touati y Pomey publicaron hace un mes en Health Policy una interesante revisión sobre el tema. Trabajan en la Escuela de Administración Pública de Montreal y en la Universidad de Montreal respectivamente, y realizan un metaanálisis de estudios sobre las experiencias de acreditación en Francia Y Canadá en el periodo 1996 a 2006. Seguimos sin producir estudios similares en España y no será por falta de experiencias acreditadoras.
La principal reflexión de su trabajo aborda la cuestión de la "obligatoriedad" del proceso: en Francia es obligatoria por ley la acreditación de instituciones sanitarias desde 1996, y Canadá se está planteando ahora la introducción de elementos obligatorios en el proceso de acreditación tras 50 años de voluntariedad, precisamente cuando se alzan voces que cuestionan la utilidad de la acreditación, descrita por Lozeau como un "estéril ritual administrativo". El trabajo es bastante iconoclasta. En primer lugar, cuestionan la sabiduría de potenciar el uso de indicadores de resultado,tanto por la impredecible naturaleza de la evolución del curso clínico de un paciente concreto (incluso aunque se cumplan todos los estándares de buena práctica), como por la necesidad de ajustar las medidas de calidad por casuística atendida (lo que además de complejo, no siempre es posible). En segundo lugar ,cuestionan la tendencia de los gestores a estandarizar los criterios de evaluación ( en especial del tipo Sí/No), que ignoran la importancia de las opiniones de los médicos, cuyo acuerdo es imprescindible para que la acreditación sirva para mejorar la calidad. Concluyen seleccionado un solo mensaje: es simplista creer que indicadores determinados centralmente ( "top-down legislation") producirán niveles de calidad satisfactorios; aunque algún tipo de formalización es aconsejable, la acreditación nunca debe ser otra cosa que un simple instrumento para el aprendizaje colectivo ( "we are in favor of buereaucracy, yes, but only to the extent that it remains a "soft bureaucracy" that reflects both centralized and decentralized governance"). Solo así consideran que es posible proteger la legitimidad de los procesos de acreditación

2 comentarios:

  1. Hola: cada día me gusta más este blog.
    Con respecto a la estrategia de Gestión de la Calidad cada vez se confirma más que está completamente deformada y convertida en un fin en sí misma. Su objetivo real consiste en la mera obtención de las certificaciones y los galardones de reconocimiento con el fín de modificar la percepción que tienen los ciudadanos sobre los servicios públicos, sin una franca pretensión de mejorar lo esencial.
    Una pena.
    Saludos a todos.

    ResponderEliminar
  2. Estoy de acuerdo contigo, Pedro. es una lástima que se perviertan instrumentos que pudieron ser ( y no fueron) excelentes intrumentos para majorar las cosas. Pero al final se han quedado en una forma más de engañarnos a nosotros mismos. Creemos que ya somos buenos por haber obtenido una certificación, pero los problemas siguen estando ahí.

    ResponderEliminar